martes, 30 de septiembre de 2014

PARQUE TAYRONA: ENTRE LA RIQUEZA ECOLÓGICA Y EL DESASTRE CULTURAL



Acceder al Parque Nacional Natural Tayrona (PNNT) resulta una experiencia contradictoria. El recorrido desde Cañaveral hasta Piscina puede tardar cerca de hora y media en medio de grandes árboles de guayacán, palmeras y manglares, y con el avistamiento de monos tití, ñeques y lagartijas. Al mismo tiempo, es posible encontrar botellas PET y bolsas de plástico en pequeños arroyos, en los manglares y en la arena de la playa. Grandes cantidades de residuos humanos en medio de una exuberante biodiversidad.

EL PNNT fue declarado en 1964 como un ecosistema estratégico para la conservación, y desde ese momento, aparecieron conflictos por el territorio en virtud de derechos adquiridos con anterioridad a la declaratoria. Hoy mantiene una estructura mixta de propiedad, aunque sobre el mismo sólo se pueden desarrollar actividades de conservación, investigación, recreación, recuperación y control. Valga decirlo: el propósito de la declaratoria era evitar la degradación por factores antrópicos, esto es, aislarlo de las actividades humanas. 

Pese a lo anterior, las 15 mil hectáreas con las que cuenta el parque debieron soportar un tráfico en el año 2013 de 307 mil personas, según datos del Ministerio de Ambiente, con un crecimiento entre el 2011 y 2013 del 29%. De continuar este ritmo, cuando celebremos nuestro bicentenario en el 2019, tendremos cerca de 2 mil personas visitando el parque diariamente. ¿Cuánta infraestructura se requerirá para atender la demanda de visitantes? ¿Es posible conservar los ecosistemas allí presentes con esta cantidad de humanos interviniendo el territorio?

La respuesta a lo anterior se encuentra en la capacidad de carga del PNNT, asunto que resulta importante determinar para este territorio, pero que tiene aspectos metodológicos que dificultan su cálculo. De hecho, mientras la capacidad de carga turística enfatiza el punto óptimo en el que el desarrollo del turismo no afecta la estructura económica, social, cultural y ambiental, la capacidad de carga física evalúa el límite de infraestructura turística y afluencia de visitantes, y la capacidad de carga psicológica limita la cantidad de visitantes y actividades para beneficiar la experiencia cualificada del turista. Un asunto nada fácil de resolver.

Al margen de cuál es la capacidad de carga del PNNT, visitarlo llama la atención por cuatro aspectos: la precaria infraestructura turística existente, la sobrecarga de los senderos, el mal manejo de los residuos y el consumo de sustancias psicoactivas por parte algunos turistas sin ningún control. Todos estos aspectos parecen encender las luces rojas sobre la capacidad de carga del parque.

La racionalidad humana ha llevado a desconsiderar los valores monetarios del suministro de servicios ecosistémicos que prestan territorios como el PNNT, y actividades como el ecoturismo desbordado lleva a que la cantidad de residuos humanos generados no sean asimilados por los procesos naturales de reciclaje, y resulten saturando los suelos y las aguas, lo que nos lleva a un escenario contrario al propósito inicial de la declaratoria ¿Cuántos humanos son suficientes para mantener los equilibrios del PNNT? Seguramente muchos menos que las 307 mil personas que lo visitaron en el 2013. Los costos de mantener el territorio equilibrado deben reflejarse en un precio mayor a los $14.500 hoy recaudados por visitante debido a que debemos internalizar las externalidades generadas dentro del parque. 

La sostenibilidad fuerte involucra un asunto vital: el decrecimiento, y es notorio que no se necesita un crecimiento de turistas en el PNNT. Me temo que las supuestas buenas noticias del aumento de turistas no se compadecen con los impactos que saltan a la vista con tan solo caminar por sus senderos. El nuevo concepto de riqueza requiere pensar en un paradigma distinto al crecimiento, sólo así podremos hablar de conservación in situ.