Sus aguas bajan gélidas de las cumbres de la cordillera central de los
Andes, irrigan los cultivos de café en las montañas, y de arroz, sorgo y
algodón en el valle; sostienen las necesidades hídricas de los habitantes
rurales que circundan su cauce, dan vida a 31 especies de peces, mantienen la
flora y fauna que se encuentra alrededor de los diferentes ecosistemas que
atraviesa, y desemboca en el principal afluente colombiano, el Río Magdalena, a
escasos 354 kilómetros de su nacimiento en el Nevado del Ruíz.
En los últimos 10 años el Río Recio ya no es el mismo de antes. Los cambios
derivados de las actividades antrópicas han disminuido su torrente y su fuerza,
el volumen de agua que corre por las formaciones geológicas tolimenses pierde
altura; su temperatura se ha elevado dos grado aproximadamente, afectando a
especies ícticas vulnerables a los cambios abruptos; su capacidad de dar vida, aquella
que ha albergado en los últimos 3 millones de años, y de las que son testigos
las rocas y los sedimentos que acompañan su andar, se pierde a una velocidad
apabullante.
El Nevado del Ruíz se derrite, y con él se esfuman los cauces de cientos
de corrientes hídricas que bañan el valle del Magdalena, como el caso
del Río Recio. La majestuosidad del torrente hídrico que sirvió por siglos a los indígenas
Panche, y del que ahora se sirven los habitantes de los municipios de
Venadillo, Lérida y Ambalema, tiene sus días contados. Según el IDEAM, el
nevado se derretirá en un horizonte de tiempo no mayor a 20 años, como también
lo harán los nevados del Tolima y Santa Isabel. Es un proceso irreversible,
derivado de la emisión de gases efecto invernadero que han elevado las temperaturas
de la zona en un 1%, suficiente para hacer desaparecer las nieves que se
encumbran en estas elevaciones andinas.
Los impactos derivados de la desaparición de los nevados -y a su paso los ríos- son inconmensurables, a pesar del esfuerzo científico por
cuantificarlos. La economía del cambio climático reportará los costos monetarios de los desastres humanos causados, la agricultura afectada, los
acueductos que se surtían de sus fuentes hídricas, la pérdida de productividad
de la región, y los gastos en salud asociados a su desaparición. La ecología
dará cuenta del impacto en los ecotonos y ecosistemas adyacentes al río, y la
pérdida de biodiversidad como consecuencia de su desaparición. Los campesinos
de la región, sin conocimientos en biología ni economía, lamentarán
profundamente la pérdida del recurso natural del que dependen, del que se
abastecieron y cuidaron por años, y que por causas ajenas a ellos, ven
desaparecer de manera contundente, sin remedio.
A pesar de la tragedia humana y ecológica que representa la desaparición
de los nevados y ríos, el gobierno de Santos celebra con vehemencia la producción
petrolera del país, cercana al millón de barriles de petróleo; y la producción
de carbón, cercana a las 235 mil toneladas diarias. La quema de estas
sustancias derivadas del carbono en el transporte mundial son las principales causantes
del cambio climático, la responsable del derretimiento de los nevados
colombianos.
Las ganancias del auge minero-energético en Colombia se calculan en
términos de inversión extranjera directa, regalías y empleos generados. Los impactos
derivados de este auge no se cuantifican, pero cada vez son más evidentes. Los
costos ambientales que traerán la extracción y quema de combustibles fósiles no
se descontarán del crecimiento de la economía colombiana, no compensará el daño
que causa, no devolverán los ecosistemas que desaparecerán en los próximos años.
Mientras la clase dirigente del país celebra la extracción y quema de
combustibles, los habitantes de las áreas rurales en el Tolima empiezan a comprender lo que
significa el cambio climático y sus nefastas consecuencias. Cada gota que se escurre desde las cumbres andinas representa el llanto melancólico de nuestras cordilleras recordando que alguna vez albergaron agua cristalizada, especies vivientes, materia orgánica, y gracias al accionar del hombre estas tienen los días contados; pronto
dejarán de llorar sin ser escuchadas.
Las riquezas colombianas se agotan gracias a una racionalidad que avanza sin detenerse en los impactos irreversibles que genera, y mientras tanto, el Río Recio corre hacia el Magdalena en una de sus últimas luchas por albergar vida, ¡a paradoja!
Las riquezas colombianas se agotan gracias a una racionalidad que avanza sin detenerse en los impactos irreversibles que genera, y mientras tanto, el Río Recio corre hacia el Magdalena en una de sus últimas luchas por albergar vida, ¡a paradoja!
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