El año 2012 inició con
agitaciones sociales en los países del sur de América contra proyectos
minero—energéticos.
Los indígenas ecuatorianos marchan
a la encumbrada Quito para presionar la cancelación de un megaproyecto de cobre
concesionado a la empresa Ecuacorriente –de capital chino- por la afectación
ambiental y cultural de la Amazonía ecuatoriana. Habitantes de Famatina, en la
provincia de la Rioja (Argentina), lograron que el gobierno nacional cancelara
un proyecto de extracción minera a cielo abierto, luego de manifestaciones y
marchas de sus habitantes hacia Buenos Aires. Las provincias de Celendín y
Cajamarca en Perú mantienen confinadas las vías del sur del país, con el
objetivo de bloquear la continuación del proyecto minero Conga, operado por
Yanacocha, y ubicado en la cordillera de los Andes.
Un fallo de la Corte de
Apelaciones de Antofagasta dejó sin efectos la calificación ambiental del
proyecto Termoeléctrico Castilla, liderado por la brasilera MPX, luego que
ambientalistas y habitantes del área de influencia del proyecto protestaran e
impulsaran un recurso de protección, lo que afecta el desarrollo de futuros
proyectos mineros en Chile. Habitantes del departamento del Huila resisten la construcción de la
Hidroeléctrica El Quimbo, de la empresa Emgesa, considerada por el gobierno
colombiano como estratégica para la producción energética del país, y que se
construye sobre el río Magdalena.
Los gobiernos de Sudamérica
enfrentan un auge minero-energético por cuenta de la riqueza de sus recursos
naturales, los altos precios de los commodities
en el mercado internacional, y el incremento de inversión extranjera directa en
la región. Sudamérica ha dejado de ser una región despreciada por el resto de países continentales. Mientras que el mundo se encuentra sumido en una crisis por cuenta del exceso de endeudamiento de los países
europeos, los países del Sur de América están creciendo a tasas superiores al promedio global.
La estabilidad económica
que hoy experimenta la región se debe, fundamentalmente, a la explotación de
sus recursos naturales, que cobran una importancia mayor a medida que se agotan
las fuentes energéticas mundiales. El auge experimentado por estos países,
señala el BID y el Banco Mundial, debe ser una oportunidad para mejorar las
condiciones de vida de sus habitantes, reducir el déficit fiscal del gobierno
central, fortalecer el sector industrial, ampliar los servicios básicos que
provee el Estado y mejorar la infraestructura interna para aumentar la
competitividad.
La hipótesis de la
convergencia del crecimiento económico parece cumplirse en Sudamérica, pero no
por la incorporación del progreso tecnológico de los países que crecen a partir
de procesos intensivos de innovación, sino por el agotamiento de sus recursos naturales
no renovables impulsado por una creciente demanda energética mundial, y los altos
precios de bienes primarios.
Al margen de las
discusiones teóricas del crecimiento económico y las teorías del desarrollo, campesinos
e indígenas que habitan las áreas de influencia de los grandes proyectos
minero-energéticos en Sudamérica se oponen a su llegada. No se declaran así
mismo como ambientalistas, aunque buena parte de las protestas son motivadas
por ONG’s con rúbrica verde, más bien reclaman para sí territorios que le han
pertenecido por décadas, de los que se han aprovechado generaciones por los
servicios ambientales que les provee, y quienes desconfían de la llegada de
grandes empresas a sus territorios con proyectos de gran magnitud.
Esta no es una lucha de clases.
Lo que parece un movimiento regional, es más bien una preocupación local recogida
a lo largo de un buen número de experiencias de proyectos petroleros, mineros e
hidroeléctricos en los últimos años, cuyas áreas de influencia no se han
beneficiado de las bonanzas del sector minero-energético. Contrario a ello, son
receptoras de impactos negativos directos e indirectos, en materia ambiental y
social. Estas preocupaciones son elementales, pues si los impactos generados
por estas actividades no se ven compensados, siquiera, con el mejoramiento de
la calidad de vida de quienes habitan cerca a los proyectos minero-energéticos,
no tiene sentido recoger los impactos.
Estos son los retos que
tienen las empresas que invierten en Sudamérica en el sector minero-energético,
quienes se han visto más interesadas por las proyecciones de precios de los commodities en los mercados
internacionales, los costos de producción y los riesgos del proyecto, que en
resarcir los impactos que se generan con la operación. Se han limitado a los
Estudios de Impacto Ambiental y las medidas de mitigación y compensación de los
impactos directos que allí se proponen; pero olvidan los impactos indirectos,
como el incremento del costo de vida, la pérdida de biodiversidad, cambios culturales
y la pérdida de productividad de la región una vez se agota el recurso natural por
el cambio de vocación económica, que son las mayores preocupaciones de los
campesinos e indígenas, y cuya responsabilidad es de las empresas.
La rentabilidad de los
proyectos, en los próximos años, también va a depender de la aprobación y
legitimidad que tengan en las comunidades locales, de allí la importancia que
se empiecen a utilizar estrategias como la del Licenciamiento Social, indispensable
para lograr que las comunidades se beneficien del auge minero-energético.
También estos son los retos
de los Gobiernos de cada uno de los países sudamericanos, quienes deben aprovechar
la inversión extranjera directa para continuar con la senda de crecimiento, reducir
los niveles de pobreza, organizar sus finanzas públicas y mejorar la infraestructura,
pero sin subordinarse a los intereses del sector minero-energético. Las
comunidades locales tienen exigencias válidas que no pueden ser desconocidas
por cuenta del auge que experimenta la región.
Estos son, a fin de cuentas,
los retos del desarrollo sostenible en la América del Sur, quien debe
aprovechar esta coyuntura para abrir canales de comunicación con el mundo para
conservar los bosques y la biodiversidad presentes en cada uno de estos países,
que con el paso de los años adquieren una importancia mayor por parte de la
comunidad internacional, debido a los efectos generados por el cambio
climático. Los impactos de las operaciones de los proyectos minero-energéticos
deben compensar, en su totalidad, los daños ocasionados al ambiente.
Desafortunadamente, es probable
que las agitaciones sociales se sigan presentando en los próximos meses –o años- a lo
largo y ancho de Sudamérica, si no se equilibran los intereses de las empresas,
las comunidades locales y el ambiente. Sudamérica tiene una oportunidad insuperable
para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes definiendo muy bien qué
debe explotarse, cómo debe hacerse y qué debe conservarse, de esto depende el
futuro de nuestras naciones, y del mundo entero.
1 comentario:
Apreciado Felipe, el material expuesto no presenta una disyuntiva clara, es decir el objetivo propuesto en el título se desvanece en la medida en que no se plantean los contrarios de manera clara para fortalecer el documento, por una parte porque si tomamos al Estado como un solo actor (que incluya todas las ramas del poder) no puede haber disyuntiva cuando los fundamentos de las propuestas no surgen como bien lo dices, de una conciencia por la explotación sostenible de los recursos, entre otras porque las políticas de explotación son nulas o inexistentes en los paises latinoamericanos que apenas despiertan frente al poder que significa la tenencia de recursos que resultan indispensables para los países desarrollados.
Por otra parte no se puede hablar de convergencia en las tasas de crecimiento económico inspirado de manera exclusiva en las variaciones del PIB, los indices de pobreza muestran claramente, que las trampas de pobreza condenan a los individuos por falta de movilidad social a nacer y morir pobres.
Si esto es cierto, no puede existir disyuntiva en elementos que permanecen yuxtapuestos, no hay interés alguno de salvaguardar los recursos naturales, los elementos visibles están en los ejemplos de comunidades que se sienten afectadas, pero los grupos de interés asotan otras latitudes que parece no tener dolientes, todo ello con el beneplácito del gobierno de turno que requiere financiar sus excesos.
Claro existe una disyuntiva entre crecimiento y desarrollo, pero el documento no es claro en indexar cuales son las posiciones que se enfrentan, dado que los gobiernos no tienen una política frente a la explotación de los recursos naturales, las reglamentaciones claramente siguen siendo un saludo a la bandera,sabes lo que lees, lo que no se publica se desconoce; se puede comparar con la población de ratas, si ves una, ten cuidado hay 20.
Un abrazo
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