lunes, 2 de abril de 2012

DOS SIGLOS HAN PASADO, Y LA INFRAESTRUCTURA SIN RESOLVERSE.


A propósito de los atrasos de la locomotora de la infraestructura en Colombia, resulta interesante revisar el papel de las vías de comunicación del país en la consolidación de mercados fragmentados, y la dificultad histórica para resolver el transporte de mercancías a lo largo de la geografía nacional.

En la época de la colonia, fueron muchas las dificultades que experimentaron quienes se atrevieron a emprender empresas. El problema de comunicación entre las principales ciudades de la colonia daba cuenta del difícil acceso a las regiones que hoy componen nuestro país. Caminos como los que comunicaban a Cartagena con Santa Fe, importantes para el comercio textil y bienes suntuarios, podrían durar alrededor de dos meses.

Para recorrer la distancia entre Cartagena y Honda, el transporte se realizaba a bordo de un Champán o embarcación rústica. Las mercancías se embarcaban en un viaje río arriba, por el Magdalena (río Grande), haladas por los zambos, mejor conocidos como bogas, a merced de las inclemencias del clima, ataques de tribus indígenas que no había sido posible encomendar, y las enfermedades de los zambos que podían retardar el viaje unos días más, mientras conseguían nuevos brazos.

Llegados a Honda, la mercancía emprendía un ascenso en un territorio hostil y boscoso hacia la sabana del altiplano cundiboyacense, en la cordillera oriental de los Andes. Los caminos empinados y escabrosos representaban el último obstáculo que debían superar quienes se atrevían a llevar bienes a Bogotá subidos en caballos y mulas, y ayudados por indios. Debían pasar por ríos y quebradas sin puentes, y que por cierto fueron construidos hasta bien entrado el siglo XX.  Desde luego que los productos perecederos traídos de un lugar a otro no llegaban siquiera a Honda, pues como lo relatan los viajeros de la época “la humedad carcome hasta la piel de los esclavos”.

El comercio se limitaba a mercados locales cercanos a los centros urbanos que producían los bienes y mercancías, pudiendo identificar tres focos de comercio. El primero se conformó en el occidente, en las cordilleras central y occidental, y giró en torno a la actividad minera, alrededor de Popayán y Santa Fe de Antioquia. El segundo se conformo en el centro-oriente, en los territorios de la cordillera Oriental, y se consolidaron haciendas agrícolas y manufacturas artesanales, alrededor de Tunja, Santa Fe y El Socorro.  El tercero, hacia la Costa Atlántica, se encontraba volcado a las actividades comerciales de productos provenientes del exterior, y encontraron en Cartagena y Santa Marta sus principales puntos de interés.

El circuito económico giraba en torno a las necesidades de las principales ciudades de las regiones. Y como el poder colonial estaba supeditado a lo político, la economía giraba en torno a las necesidades políticas de cada una de las regiones. El comercio entre ellas, por tanto, era una utopía por los altos costos de transporte.

Hoy, por supuesto, tenemos medios de transporte inimaginados en aquellos tiempos bicentenarios,  el comercio se ha multiplicado en millones, y las principales ciudades han cambiado –sólo Bogotá y Cartagena mantiene importancia nacional-. A pesar de lo anterior, las vías de transporte, especialmente las terrestres, presentan las mismas dificultades en relación a los altos costos en el transporte de mercancias entre ciudades y puertos que se presentaban en la colonia.

El principal corredor vial para la entrada y salida del comercio con el mundo Bogotá-Buenaventura posee solamente una ruta de acceso, el tiempo de desplazamiento promedio es de 18 horas, posee trayectos de un solo carril representando cerca del 40% del recorrido, y presenta tramos de alta accidentalidad como el de Cajamarca-Calarcá, en el paso de La Línea.

Por otro lado, la carretera Bogotá-Barranquilla, corredor importante para el comercio con Europa,  posee el 80% de su recorrido con un solo carril, su tiempo de recorrido tarda alrededor de 22 horas, y tal como ocurre con el anterior corredor, la adjudicación de la Ruta del Sol ha tenido que superar un sinnúmero de traspiés.

Los impactos del cambio climático, la degradación y deforestación de la cobertura boscosa, y la ganadería extensiva han devuelto a la memoria de los colombianos las inclemencias del paso Bogotá-Honda, obligado para quienes van de la capital colombiana a la costa atlántica. El comercio es aún muy vulnerable por esta ruta bicentenaria.

En estos dos siglos de República, todos los proyectos para mejorar de infraestructura colombiana han demorado su ejecución, y las nuevas licitaciones otorgadas en los tramos Bogotá-Girardot-Ibagué, y el túnel de La Línea, importantes para mejorar la competitividad del país, han tardado por temas contractuales, han subestimado los presupuestos y se duda de los consorcios por su capacidad técnica y financiera.

Estos dos ejemplos reflejan la realidad vial de todo un país. Perdimos la oportunidad histórica de mejorar nuestra malla vial nacional en el siglo XX, en gran medida por la falta de voluntad política de los gobiernos de turno; y hoy, en pleno siglo XXI, con lo grandes avances de la ciencia en ingeniería, seguimos perdiendo competitividad en un contexto de libre comercio, y en presencia deTLC's con Estados Unidos, Europa y Asia.

La sola asignación presupuestal de los proyectos de infraestructura vial no garantiza la terminación de las obras, como lo muestran innumerables ejemplos, y mientras tanto, 202 años después, nuestra difícil geografía sigue siendo citada para justificar los problemas que tenemos en nuestra infraestructura vial. 

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