jueves, 10 de noviembre de 2011

¿FIN DE LAS FARC? ANÁLISIS DESPUÉS DE LA MUERTE DE CANO.


Pocas veces se puede estar tan orgulloso del Ejército Nacional de Colombia como esta semana, después de la muerte del comandante en jefe de las FARC el pasado 4 de noviembre. La noticia tuvo alcance mundial, prácticamente todos los medios de comunicación en cada país la resaltaron, pocos de ellos con nostalgia, pero la gran mayoría con un halo de victoria hacia el Estado colombiano contra el terrorismo.

Desde el interior del país, reconocidos estadistas y funcionarios del gobierno dieron un parte de victoria y de tranquilidad hacia la población civil después del golpe a la guerrilla de las FARC, aludiendo la ya famosa frase "luego de la muerte de Cano, habrá un punto de inflexión en el conflicto armado colombiano, se abre el camino hacia la paz". Esta afirmación resulta lógica cuando un grupo armado ilegal, que lucha el poder del control territorial y político con el Estado desde hace casi medio siglo, sufre, por primera vez, la derrota de su máximo representante en el campo militar. Sin duda alguna, esto representa un hecho simbólico que, evidentemente, golpea la moral de las tropas de la milicia y toda su organización. Así mismo, las muertes de los integrantes del secretariado de las FARC Raúl Reyes y Mono Jojoy por parte del Ejército Nacional, como la baja en combates de un buen número de jefes de algunos Frentes de las FARC, dan cuenta de una estrategia militar consolidada que está dando buenos resultados. Lo anterior, sin embargo ¿representa el fin de las FARC? Me temo que no.


Para dar fundamento a la afirmación anterior, primero habrá que comprender la geografía de la guerra colombiana. Las FARC, históricamente, lograron ocupar territorios que resultaron indiferentes para el Estado colombiano, y que configuraron las lógicas militares y económicas que actualmente vivimos. Hoy, esta guerrilla colombiana se encuentra dividida geográficamente en 7 Bloques ubicados a lo largo y ancho del territorio nacional, cada uno de ellos con sus propias dinámicas.


El Bloque Caribe cuenta con 350 hombres alrededor de los departamentos del Cesar y La Guajira. Sus finanzas dependen del cultivo de cocaína en el Cesar y La Guajira, algunos cultivos de marihuana en el Magdalena, y del comercio ilegal proveniente de Venezuela. Mantiene relaciones comerciales con bandas criminales constituidas por los antiguos bloques paramilitares Resistencia Tayrona y Norte para el comercio del narcotráfico con carteles de países centroamericanos y africanos, y se movilizan hacia el Estado de Zulia en Venezuela con facilidad.


El Bloque Magdalena Medio concentra su negocio fundamentalmente en el narcotráfico y la extorsión a ganaderos y terratenientes. En sus filas hay alrededor de 500 hombres, y mantiene relaciones comerciales con bandas criminales para el comercio de estupefacientes y microtráfico, especialmente con los Urabeños. Tienen una importante presencia en la región conocida como Catatumbo (Norte de Santander), donde concentran cultivos ilícitos; así como también ejercen influencia en el valle medio del Magdalena en los departamentos de Santander y Bolívar.


El Bloque José María Córdoba cuenta con alrededor de 900 hombres, y concentra su poder militar y económico entre los departamentos de Antioquia y Córdoba en la zona conocida como Nudo de Paramillo, donde mantiene un importante centro de operaciones con amplias zonas de cultivo de cocaína, así como también hace presencia en el norte del Chocó. Este Bloque mantiene relaciones comerciales con los Urabeños y Los Paisas, bandas criminales emergentes encargadas del microtráfico y de la salida de la cocaína a México, Centroamérica y el Caribe desde Córdoba y Sucre. En los últimos años financian sus actividades delictivas con la práctica de minería ilegal que realizan en las cuencas de los ríos Cauca, Sinú y San Jorge, así como en sus afluentes.


El Bloque Comando Conjunto de Occidental encuentra su área de operaciones en los departamentos del Cauca, Nariño y Valle del Cauca, en la cuenca del pacífico colombiano. Sus finanzas dependen del cultivo de cocaína en los departamentos del Cauca y Nariño, así como también de la minería ilegal en la cuenca del Patía. Cuenta con una estructura de 1000 hombre aproximadamente, y mantiene relaciones comerciales con la banda criminal Los Rastrojos, que se encarga de la salida de estupefacientes del país hacia México por la ruta del Pacífico.


El Bloque Sur mantiene una estructura militar de 1300 hombres distribuidos principalmente en los departamentos de Caquetá y Putumayo, aunque también hacen presencia en los departamentos del Amazonas y Guainía, en menor proporción. Tienen un importante despliegue en el extenso territorio de la Amazonía colombiana, y mantienen sus finanzas a partir del cultivo de cocaína en vastas zonas del piedemonte andino, de la extorsión a las actividades económicas de la región, y empiezan a percibir sumas importantes de dinero con la extracción de minerales de manera ilegal en las cuencas de los ríos Caquetá, Putumayo, y en el departamento de Guainía. Tienen una importante influencia en las zonas limítrofes con Ecuador, donde se mueven con facilidad.


El Bloque Comando Conjunto Central se encuentra entre los departamentos del Huila, Tolima y Quindío. Ha mantenido como santuario el denominado Cañón de las Hermosas, desde donde históricamente han ejercido control territorial por su difícil geografía, y mantienen sus finanzas con la extorsión de pequeños propietarios y algunos cultivos de cocaína en la región. Cuenta con menos de 400 hombres, y hasta este año concentraban sus esfuerzos en custodiar a Alfonso Cano.


Por su parte, el Bloque Oriental tiene dentro de sus milicias a unos 3700 hombres a lo largo de los departamentos de Meta, Vichada y Arauca. Financian sus estructuras armadas a través del cultivo de cocaína y la extorsión de actividades económicas relacionadas con la agricultura y la ganadería. Mantienen relaciones comerciales con la banda criminal ERPAC, quienes también se dedican al narcotráfico en la zona. Hacen presencia igualmente en los territorios venezolanos que limitan con el departamento de Arauca, desde donde mantienen campamentos y refugios militares.


Así las cosas, puede advertirse que las lógicas de cada uno de los Bloques son diversas, variadas, y responden a dinámicas locales y regionales propias del territorio que ocupa cada uno de ellos. Desde la muerte de Manuel Marulanda alias “Tirofijo”, el mantenimiento de una unidad al interior del secretariado se ha ido resquebrajando con el pasar de los años. Cada uno de los Bloques ha buscado la independencia con respecto al secretariado de las FARC, y la autofinanciación de las actividades subversivas con el narcotráfico, la extorsión y la minería ilegal, les otorga mayor autonomía a la hora de tomar decisiones en el ámbito local. Las diferencias en campos como estrategia militar, manejo de la diplomacia internacional, y fuentes de financiación enfrentaban a Cano, Timochenco y Grannobles - todos miembros del Secretariado- desde que el primero de ellos asumió el liderato de la organización.


Es importante mencionar, también, que la presión por parte del Ejercito Nacional Colombiano hacia las FARC con los cercos militares para evitar la comunicación física, la interceptación de comunicaciones de aparatos electrónicos, y las mejoras tecnológicas adquiridas por el Gobierno Nacional, dificultan cada vez más los mensajes y las comunicaciones entre toda la estructura guerrillera, lo que agudizaba la división y la coordinación de estrategias conjuntas entre los Bloques.  


Así las cosas, puede decirse que si bien la muerte de Cano constituye, como ya se dijo, un golpe a la moral de la estructura de las FARC, es realmente un golpe al Bloque Comando Conjunto Central, del que él hacía parte, y valga decir, el menos fuerte desde el punto de vista económico y militar.


Los Bloques Sur, Oriental, José María Córdoba y el Conjunto Central Occidental parecen fortalecidos en sus estructuras militares, fundamentalmente por el éxito económico de diversificar sus fuentes de financiación con narcotráfico y minería ilegal, y por la estratégica consolidación de sus relaciones con las bandas criminales emergentes –que en tiempos de las AUC los combatieron-, para fortalecer la cadena de producción y comercialización del narcotráfico hacia el interior del país y el exterior. Esta situación fortalece el círculo de la ilegalidad en las regiones donde estos Bloque ejercen influencia directa, lo que se traduce en un mayor apalancamiento para sus tropas, y mayor capacidad de resistir los avances del Ejército Nacional colombiano por su relación con la comunidad, que en el mayor de los casos obtiene sus ingresos de actividades relacionadas con la ilegalidad.


Igualmente, las fronteras “difusas o permeables” de Venezuela y Ecuador permiten que los Bloques que allí operan – Oriental, Caribe y Sur- puedan planear de manera estratégica los ataques del Estado colombiano con desplazamientos a estos territorios, evadiendo el accionar militar del ejército regular.

Por otro lado, si bien es posible constatar que desde el 2002 hasta la fecha el número de combatientes de las FARC se redujo en un 60%, pasando de 20.000 a cerca de 8.000; esta cifra solo vuelve a la situación de comienzos de los noventa, cuando el número de combatientes de esa organización guerrillera era el mismo que hoy tienen. Esta organización armada ilegal aún cuenta con un ejército suficientemente grande para causar daños significativos en materia militar e institucional, y sus ingresos actuales superan con creces los que tenían a comienzos de los noventas, lo que agrega un elemento poderoso para evitar el cese de actividades ilegales de esta guerrilla. Con relación a este último punto, es importante mencionar que es de conocimiento público que la economía ilegal, desde hace unos años, marca la dinámica de guerra del conflicto armado colombiano debido a los jugosos dividendos del narcotráfico, y actualmente los grandes recursos provenientes de la minería ilegal. Estas actividades constituyen el principal incentivo para mantener en pie estas estructuras armadas ilegales, y eso lo que explica las alianzas con grupos neoparamilitaes.


De esta manera, si bien la muerte de Cano constituye un golpe histórico para las FARC que afecta la moral de la organización, no puede decirse que esta situación marca un punto de inflexión en el conflicto armado que sostiene el Estado colombiano con esta organización ilegal. Hechos como el fortalecimiento de las finanzas de los Bloques, la división interna que permite consolidar los poderes locales de la estructura guerrillera, el negocio del narcotráfico y la minería ilegal, la relación de estas estructuras con las bandas emergentes y el número de guerrilleros que aún mantienen en sus filas, permiten concluir que la muerte de Cano, en esencia, no cambió la situación de conflicto armado colombiano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Algunos de sus comentarios parecen ciertos. pero olvida ud algunos motivos sociales del conflicto interno en Colombia como la desigualdad, la concentracion de tierras, el desempleo,la lumpemizanion de la clase media, otros de caracter psicologico.
Se dice que por estos y otros motivos muchos hombres y nujeres estan dispuestos a continuar la lucha en todas sus dimensiones.