Mientras
Colombia se encuentra de luto por la muerte que vilmente propició la vetusta
guerrilla de las FARC a los cuatro secuestrados en el municipio de Solano
(Caquetá), vienen a mi mente los recuerdos del único viaje que realicé a este
lugar que se encuentra en la Amazonía colombiana en mayo del presente año, y que explican las razones por las cuales estos hechos ocurrieron allí.
El
casco urbano del municipio de Solano se encuentra a escasos metros de la
desembocadura del río Orteguaza en el río Caquetá, uno de los principales
afluentes del Amazonas. El puerto fluvial que reposa en el pequeño municipio,
con dos entradas para embarcaciones rápidas, es el único medio de comunicación
y de acceso que tienen las personas que viven en aquel asentamiento humano
ubicado en medio de la selva. El polvo que encierra el parque central del
pueblo refleja las dificultades que tienen que afrontar los habitantes que allí
viven, y el edificio de la alcaldía sin terminar muestra la inoperancia del
Estado que, sin lugar a dudas, se encuentra relegado ante el control que ejerce
el Bloque Sur de las FARC.
El
temor de sus habitantes es evidente, nadie se atreve a hablar de la situación
que se vive allí. La ley del silencio es un imperativo para las personas del
municipio que sobreviven gracias a los cultivos de coca, y en menor medida, a
la agricultura y el comercio. La luz eléctrica se marcha todas las noches
debido a que no se encuentran interconectados con la red nacional, así como
también se marchan los pocos militares que hacen presencia en la zona.
Los
cultivos de coca avanzan a medida que se talan los bosques nativos de la
Amazonía colombiana, y los colonos que habitan allí perciben estos recursos
como ilimitados debido a la imponencia selvática que los rodea. Los indígenas,
que por siglos han ocupado el municipio, se encuentran en medio de un conflicto
que nunca pidieron, pero se involucran cada vez más a él debido a que los
flujos económicos dependen casi exclusivamente de las actividades ilegales. Se
percibe un notable deterioro en términos de calidad de vida.
Solano
es el municipio más extenso del sur del país, y el segundo más grande de
Colombia. En él se ubica el Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, la
reserva natural colombiana con el mayor número de kilómetros cuadrados, y con seguridad,
la más inexplorada de todas las que conservan ecosistemas estratégicos. Grandes
extensiones de selva, y el olvido histórico del Estado son el escenario
perfecto para consolidar estructuras guerrilleras, que luego de 20 años de
hacer presencia en la zona, otorga ventajas militares y geográficas, además de un
elaborado trabajo político con la comunidad.
Mientras
el país político y la social-bacanería le siguen dando la espalda a este, y
otros tantos municipios que hacen parte de la Amazonía colombiana, allí se
siguen cometiendo actos que violan las normas básicas del derecho internacional
humanitario, pero lo más grave es que parece imperar la ilegalidad de las FARC, como lo confirma la captura de la alcaldesa Sandra Norma por parte
de autoridades judiciales por presuntos vínculos con el Frente 48 de las FARC
el pasado mes de junio.
La
muerte de los cuatro secuestrados el pasado 26 de noviembre no es otra cosa que
la confirmación de una situación que para los solanenses es cotidiana. La gran
riqueza natural y cultural del municipio de Solano, hoy por hoy, está ubicada
en el peor de los mundos.
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