Amelia
Aristizabal* recorre las calles del
municipio de San Rafael (Antioquia) todas las mañanas, justo en el momento en
que el sol se levanta y abraza las cordilleras rodeadas de bosques tropicales y
grandes represas. Sobre las aceras aún permanece el vaho de la madrugada y se
escuchan de fondo los pájaros azulejos que se entremezclan con el ruido de mototaxis que preparan el inicio de una
nueva jornada laboral.
Son
las 7:00 am y en el oriente antioqueño todo parece transcurrir con normalidad.
Hace apenas 10 años estos territorios eran un campo de batalla que se disputaba el Frente 9 de las FARC, el Bloque Metro de las AUC –posteriormente llamado
Héroes de Granada- y la débil institucionalidad del Estado colombiano. Amelia parece
no olvidar lo vivido en aquellos tiempos de guerra, y recuerda como si fuera
ayer aquella tarde del año 2004 cuando su esposo, un prominente comerciante de
la región, fue baleado por los paramilitares en una de las últimas masacres
perpetuadas en el municipio por este grupo armado ilegal. Sus tres hijos
quedaron huérfanos y ella, en un abrir y cerrar de ojos, pasó a ser la cabeza
del hogar. Esta situación se repitió en cientos y cientos de familias que, en
la llamada por los sanrafaelitas “época de la violencia”, perdieron alguno de
sus seres queridos.
Las
cicatrices de la guerra parecen cerrar a paso cansino, y la señora Aristizabal
concentra su atención en las actividades que tiene programadas para los niños aquella
mañana en el aula, mientras agiliza su andar. Al cruzar el gran árbol de
Almendras que custodia la entrada del Centro de Desarrollo Infantil Rosita
Callejas, el acento paisa se hace inconfundible: ¡Oíste pues, que lindos y lindas amanecieron estas preciosuras hoy¡ susurran
las profesoras en las blancas rejas que envuelven al Centro, y acto seguido,
unen sus rostros en un gesto de cordialidad.
Amelia
lleva toda una vida dedicada a la enseñanza y el cuidado de la primera infancia
de San Rafael, por sus manos han pasado al menos dos generaciones, incluido el actual
alcalde. Para ella, la labor que allí desempeña no sólo representa el poder
desarrollar su vocación y el distractor que le ha servido para amortiguar los
dolores de la guerra, sino que con el salario que recibe satisface sus
necesidades familiares.
La
llegada de los niños, a la 8 de la mañana, coincide con el reporte que entrega
la directora del Rosita Callejas que
este día tampoco podrá ser. Desde el mes de junio no reciben el pago de su
salario. Los ahorros de la señora Aristizabal, como los de sus compañeras, se agotan
y sus preocupaciones del pasado ahora se confunden con las preocupaciones
mensuales de facturas y mercados.
El
gobierno de Juan Manuel Santos, en su primer periodo, lanzó una ambiciosa
estrategia para la atención de la primera infancia denominada “De Cero a Siempre”, en la que “reúne políticas, programas, proyectos,
acciones y servicios dirigidos a la primera infancia, con el fin prestar una
verdadera Atención Integral que haga efectivo el ejercicio de los derechos de
los niños y las niñas entre cero y cinco años de edad”. En efecto, el
Estado tiene la obligación de garantizar la protección, la salud, la nutrición
y la educación inicial desde el momento de la gestación hasta los cinco años,
responsabilidad compartida con las familias y la sociedad.
La
cabeza de la coordinación interinstitucional para poner en ejecución la
estrategia es el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), y el Centro
de Desarrollo Infantil Rosita Callejas es una de las instituciones que priorizó
la atención integral de los niños y niñas del SISBEN 1, 2 y 3.
La
incorporación de la estrategia en el municipio de San Rafael fue liderada por el
operador ASOCIACIÓN DE PADRES DE FAMILIA
DE LOS NIÑOS USUARIOS DEL HOGAR INFANTIL CAPERUCITA, quien a su vez, fue
contratado por el ICBF. Ahora mismo, el Centro que opera en San Rafael depende
económicamente de los recursos que entrega el operador, quien a su vez, depende
del presupuesto destinado por el gobierno para la estrategia.
Dicha
triangulación es ajena para Amelia y sus compañeras de trabajo, y lo único que
tienen claro es que llevan dos meses sin recibir la contraprestación debida. La
labor que ellas desempeñan en el Rosita
Callejas es crucial para la superación de las brechas socio-económicas existentes
en el país, especialmente en municipios como San Rafael, donde el postconflicto
ya es una realidad, y se requieren acciones estrategias que garanticen la
no repetición de la guerra y el incremento de la calidad de vida, justamente el propósito que viene desarrollando el Centro.
Han
pasado ya 8 horas desde que llegaron los niños a su segundo hogar, y a la mente
de Amelia vienen los recuerdos del emotivo discurso presidencial de posesión del
pasado 7 de agosto, en el que fue anunciada la histórica locomotora de la
educación con una destinación de recursos jamás vista por el país, pero que en
nada se corresponde con su realidad. La llegada de los padres de los niños la interrumpen. Sus escasos ahorros empiezan a agotarse como también
el mercado de la semana para alimentar a los niños que acuden diariamente al Rosita Callejas. Si para el próximo viernes 29 de agosto no hay
noticias positivas para el Centro y sus trabajadores, entrarán en paro
indefinido.
Los
120 niños que acompañan a Amelia y sus compañeras también quedarán cesantes,
dentro de un sistema que propone cerrar las brechas existentes y prepararnos
para el postconflicto, pero que no es capaz de garantizar el flujo de recursos
para que la estrategia de De Cero a
Siempre sea una realidad de una vez por todas.
San
Rafael (Antioquia) se prepara para una noche más, y la señora Amelia
Aristizabal revisa su saldo en el cajero y se encuentra con la constante de sus
últimas cuatro quincenas, el cero de siempre.