Pocas veces se puede estar tan
orgulloso del Ejército Nacional de Colombia como esta semana, después de la
muerte del comandante en jefe de las FARC el pasado 4 de noviembre. La noticia
tuvo alcance mundial, prácticamente todos los medios de comunicación en cada
país la resaltaron, pocos de ellos con nostalgia, pero la gran mayoría
con un halo de victoria hacia el Estado colombiano contra el terrorismo.
Desde el interior del país, reconocidos estadistas y funcionarios del gobierno
dieron un parte de victoria y de tranquilidad hacia la población civil después
del golpe a la guerrilla de las FARC, aludiendo la ya famosa frase "luego
de la muerte de Cano, habrá un punto de inflexión en el conflicto armado
colombiano, se abre el camino hacia la paz". Esta afirmación resulta
lógica cuando un grupo armado ilegal, que lucha el poder del control
territorial y político con el Estado desde hace casi medio siglo, sufre, por
primera vez, la derrota de su máximo representante en el campo militar. Sin
duda alguna, esto representa un hecho simbólico que, evidentemente, golpea la
moral de las tropas de la milicia y toda su organización. Así mismo, las
muertes de los integrantes del secretariado de las FARC Raúl Reyes y Mono Jojoy
por parte del Ejército Nacional, como la baja en combates de un buen número de
jefes de algunos Frentes de las FARC, dan cuenta de una estrategia militar
consolidada que está dando buenos resultados. Lo anterior, sin embargo
¿representa el fin de las FARC? Me temo que no.
Para dar fundamento a la afirmación
anterior, primero habrá que comprender la geografía de la guerra colombiana.
Las FARC, históricamente, lograron ocupar territorios que resultaron
indiferentes para el Estado colombiano, y que configuraron las lógicas
militares y económicas que actualmente vivimos. Hoy, esta guerrilla colombiana
se encuentra dividida geográficamente en 7 Bloques ubicados a lo largo y ancho
del territorio nacional, cada uno de ellos con sus propias dinámicas.
El Bloque Caribe cuenta con 350
hombres alrededor de los departamentos del Cesar y La Guajira. Sus finanzas
dependen del cultivo de cocaína en el Cesar y La Guajira, algunos cultivos de
marihuana en el Magdalena, y del comercio ilegal proveniente de Venezuela. Mantiene
relaciones comerciales con bandas criminales constituidas por los antiguos bloques
paramilitares Resistencia Tayrona y Norte para el comercio del narcotráfico con
carteles de países centroamericanos y africanos, y se movilizan hacia el Estado
de Zulia en Venezuela con facilidad.
El Bloque Magdalena Medio concentra
su negocio fundamentalmente en el narcotráfico y la extorsión a ganaderos y
terratenientes. En sus filas hay alrededor de 500 hombres, y mantiene
relaciones comerciales con bandas criminales para el comercio de
estupefacientes y microtráfico, especialmente con los Urabeños. Tienen una
importante presencia en la región conocida como Catatumbo (Norte de Santander),
donde concentran cultivos ilícitos; así como también ejercen influencia en el valle medio del Magdalena en los departamentos de Santander y Bolívar.
El Bloque José María Córdoba cuenta con alrededor de 900 hombres, y concentra su poder militar y económico
entre los departamentos de Antioquia y Córdoba en la zona conocida como Nudo de
Paramillo, donde mantiene un importante centro de operaciones con amplias zonas
de cultivo de cocaína, así como también hace presencia en el norte del Chocó. Este Bloque mantiene
relaciones comerciales con los Urabeños y Los Paisas, bandas criminales
emergentes encargadas del microtráfico y de la salida de la cocaína a México, Centroamérica
y el Caribe desde Córdoba y Sucre. En los últimos años financian sus
actividades delictivas con la práctica de minería ilegal que realizan en las
cuencas de los ríos Cauca, Sinú y San Jorge, así como en sus afluentes.
El Bloque Comando Conjunto de Occidental
encuentra su área de operaciones en los departamentos del Cauca, Nariño y Valle
del Cauca, en la cuenca del pacífico colombiano. Sus finanzas dependen del
cultivo de cocaína en los departamentos del Cauca y Nariño, así como también de la
minería ilegal en la cuenca del Patía. Cuenta con una estructura de 1000 hombre
aproximadamente, y mantiene relaciones comerciales con la banda criminal Los Rastrojos,
que se encarga de la salida de estupefacientes del país hacia México por la
ruta del Pacífico.
El Bloque Sur mantiene una estructura
militar de 1300 hombres distribuidos principalmente en los departamentos de
Caquetá y Putumayo, aunque también hacen presencia en los departamentos del
Amazonas y Guainía, en menor proporción. Tienen un importante despliegue en el extenso territorio de
la Amazonía colombiana, y mantienen sus finanzas a partir del cultivo de cocaína
en vastas zonas del piedemonte andino, de la extorsión a las actividades
económicas de la región, y empiezan a percibir sumas importantes de
dinero con la extracción de minerales de manera ilegal en las cuencas de los ríos Caquetá, Putumayo,
y en el departamento de Guainía. Tienen una importante influencia en las zonas
limítrofes con Ecuador, donde se mueven con facilidad.
El Bloque Comando Conjunto Central se
encuentra entre los departamentos del Huila, Tolima y Quindío. Ha mantenido
como santuario el denominado Cañón de las Hermosas, desde donde históricamente han
ejercido control territorial por su difícil geografía, y mantienen sus finanzas
con la extorsión de pequeños propietarios y algunos cultivos de cocaína en la
región. Cuenta con menos de 400 hombres, y hasta este año concentraban sus
esfuerzos en custodiar a Alfonso Cano.
Por su parte, el Bloque Oriental tiene dentro de sus milicias a unos 3700 hombres a lo largo de los departamentos de Meta, Vichada y
Arauca. Financian sus estructuras armadas a través del cultivo de cocaína y la extorsión de actividades económicas relacionadas con la
agricultura y la ganadería. Mantienen relaciones comerciales con la banda criminal ERPAC, quienes también se dedican al narcotráfico en la zona. Hacen
presencia igualmente en los territorios venezolanos que limitan con el
departamento de Arauca, desde donde mantienen campamentos y refugios militares.
Así las cosas, puede advertirse que las lógicas de cada
uno de los Bloques son diversas, variadas, y responden a dinámicas locales y
regionales propias del territorio que ocupa cada uno de ellos. Desde la muerte
de Manuel Marulanda alias “Tirofijo”, el mantenimiento de una unidad al
interior del secretariado se ha ido resquebrajando con el pasar de los años.
Cada uno de los Bloques ha buscado la independencia con respecto al secretariado
de las FARC, y la autofinanciación de las actividades subversivas con el
narcotráfico, la extorsión y la minería ilegal, les otorga mayor autonomía a la
hora de tomar decisiones en el ámbito local. Las diferencias en campos como
estrategia militar, manejo de la diplomacia internacional, y fuentes de financiación
enfrentaban a Cano, Timochenco y Grannobles - todos miembros del Secretariado-
desde que el primero de ellos asumió el liderato de la organización.
Es importante mencionar, también, que
la presión por parte del Ejercito Nacional Colombiano hacia las FARC con los
cercos militares para evitar la comunicación física, la interceptación de
comunicaciones de aparatos electrónicos, y las mejoras tecnológicas adquiridas
por el Gobierno Nacional, dificultan cada vez más los mensajes y las
comunicaciones entre toda la estructura guerrillera, lo que agudizaba la
división y la coordinación de estrategias conjuntas entre los Bloques.
Así las cosas, puede decirse que si
bien la muerte de Cano constituye, como ya se dijo, un golpe a la moral de la estructura
de las FARC, es realmente un golpe al Bloque Comando Conjunto Central, del que
él hacía parte, y valga decir, el menos fuerte desde el punto de vista
económico y militar.
Los Bloques Sur, Oriental, José María
Córdoba y el Conjunto Central Occidental parecen fortalecidos en sus
estructuras militares, fundamentalmente por el éxito económico de diversificar
sus fuentes de financiación con narcotráfico y minería ilegal, y por la estratégica
consolidación de sus relaciones con las bandas criminales emergentes –que en
tiempos de las AUC los combatieron-, para fortalecer la cadena de producción y
comercialización del narcotráfico hacia el interior del país y el exterior.
Esta situación fortalece el círculo de la ilegalidad en las regiones donde
estos Bloque ejercen influencia directa, lo que se traduce en un mayor
apalancamiento para sus tropas, y mayor capacidad de resistir los avances del Ejército
Nacional colombiano por su relación con la comunidad, que en el mayor de los
casos obtiene sus ingresos de actividades relacionadas con la ilegalidad.
Igualmente, las fronteras “difusas o
permeables” de Venezuela y Ecuador permiten que los Bloques que allí operan –
Oriental, Caribe y Sur- puedan planear de manera estratégica los ataques del
Estado colombiano con desplazamientos a estos territorios, evadiendo el
accionar militar del ejército regular.
Por otro lado, si bien es posible
constatar que desde el 2002 hasta la fecha el número de combatientes de las
FARC se redujo en un 60%, pasando de 20.000 a cerca de 8.000; esta cifra solo vuelve
a la situación de comienzos de los noventa, cuando el número de combatientes de
esa organización guerrillera era el mismo que hoy tienen. Esta organización
armada ilegal aún cuenta con un ejército suficientemente grande para causar
daños significativos en materia militar e institucional, y sus ingresos
actuales superan con creces los que tenían a comienzos de los noventas, lo que
agrega un elemento poderoso para evitar el cese de actividades ilegales de esta
guerrilla. Con relación a este último punto, es importante mencionar que es de conocimiento público que la economía
ilegal, desde hace unos años, marca la dinámica de guerra del conflicto armado
colombiano debido a los jugosos dividendos del narcotráfico, y actualmente
los grandes recursos provenientes de la minería ilegal. Estas actividades
constituyen el principal incentivo para mantener en pie estas estructuras
armadas ilegales, y eso lo que explica las alianzas con grupos neoparamilitaes.
De esta manera, si bien la muerte de
Cano constituye un golpe histórico para las FARC que afecta la moral de la
organización, no puede decirse que esta situación marca un punto de inflexión
en el conflicto armado que sostiene el Estado colombiano con esta organización
ilegal. Hechos como el fortalecimiento de las finanzas de los Bloques, la
división interna que permite consolidar los poderes locales de la estructura
guerrillera, el negocio del narcotráfico y la minería ilegal, la relación de
estas estructuras con las bandas emergentes y el número de guerrilleros que aún
mantienen en sus filas, permiten concluir que la muerte de Cano, en esencia, no cambió la situación de conflicto armado colombiano.